miércoles, 21 de septiembre de 2011

Lo que Córdoba dejó. El bipartidismo ¿efecto o causa?

Fotografía obtenida del sitio www.lmcordoba.com.ar 

 El radicalismo y el justicialismo son los únicos partidos que tienen una estructura nacional en la Argentina de hoy. Es decir, presentan candidatos en la mayoría de los distritos, gobiernan localidades, tienen militancia (mayor o menor según el caso pero la tienen) y una historia que les pesa, en aspectos positivos o negativos, pero que nadie puede negar que existe. 
Veamos un punto: Si observamos las Ciudades Capital de cada provincia veremos que las intendencias están repartidas casi por mitad entre la UCR y el PJ. Por su parte, también este fenómeno se da en forma similar hacia dentro de algunas provincias, como lo es el caso de Córdoba. Es por ello que el reciente triunfo de Ramón Mestre en la Ciudad de la Provincia mediterránea debería ser leído considerando este contexto. Argentina tiene una raíz bipartidista, menguada hoy por el nítido liderazgo del PJ y por la crisis que sufrió la UCR post 2001, pero es un sustrato latente que aún opera como organizador del pensamiento político en pueblos y ciudades de nuestra geografía. Cada vez menos, es cierto, pero existe y por momentos o en circunstancias particulares se manifiesta. ¿Ha sido este el caso de Córdoba el domingo pasado? En parte si, en parte no. 
Pongo a consideración algunos puntos que nos permiten analizar esta compleja realidad. Propongo analizar tres pares de conceptos o ideas que dieron vueltas en los comentarios políticos de estos días en referencia el triunfo de Ramón Mestre. 

1.- Bipartidismo si vs bipartidismo no, 
2.- Ganó el candidato vs ganó el partido. 
3.- Política vs. Administración/gestión 

1era díada: Bipartidismo
La discusión sobre el bipartidismo quedaría parcialmente saldada diciendo que el triunfo de Mestre si no es un síntoma del reverdecer bipartidista, si puede ser un factor que comience a apuntalarlo de a poco; no a un nivel nacional tal vez pero si en Córdoba. En momentos de crisis económica, social y política, los votantes solemos ser más arriesgados y se nos da probar liderazgos nuevos y anti sistema. Luis Juez fue eso y, para perjuicio de él, se ha mantenido en ese formato desde 2003 a esta parte, como si Córdoba y el país no hubieran cambiado. 
Por lo contrario, en momentos de estabilidad política, los partidos políticos más tradicionales no son tan denostados y la militancia en ellos necesita de menos justificaciones. 
En suma, hoy existe un escenario más propicio para la construcción de un bipartidismo en Córdoba que hace diez años atrás. Si Mestre y la UCR lo van a saber aprovechar es harina de otro costal. 

 2da díada: ¿Ganó Mestre o la UCR? 
Si ganó la UCR en la Ciudad de Córdoba, dicen algunos, ¿por qué no ganó también Alfonsín en las primarias o Aguad en las elecciones provinciales? Bajo este supuesto argumentan que el que ganó fue el candidato y no el partido. Es cierto, ya muchos han hablado sobre el voto dividido que ejercen los ciudadanos, refiriéndose a que analizan cada situación en particular y sufragan según las condiciones particulares que les plantean el momento y el distrito. 
Sintéticamente podríamos imaginar, por ejemplo, que se vota en una elección nacional pensando en la macroeconomía, en una provincial evaluando el sistema de salud y en una contienda local evaluando el servicio de recolección de residuos. Pero el voto dividido no sustenta por sí mismo la tesis de que se vota al candidato y no al partido. Puede que los ciudadanos consideren que hay partidos que pueden resolver mejor las cuestiones municipales y partidos que tramitan de manera más eficaz temáticas de otra complejidad como las nacionales o provinciales. 
Es decir, voto dividido y voto por partido no son fenómenos mutuamente excluyentes. Por eso no podemos ser tan categóricos al afirmar que ganó Mestre y no el radicalismo. Esto se conecta con el último punto. 

3era díada: Política vs. Administración/Gestión
Macri es el ejemplo más cercano de campañas y gestiones que cabalgan sobre aspectos puros de administración, escondiendo las cuestiones relativas a la ideología y a la política que subrepticiamente se cuelan en cada ley o política pública del PRO. Se trata de hechos y no de valores, parecen decir este tipo de políticos: “Los políticos tienen que hacer. El pensar y el ideologizar es parte de la vieja política o de los filósofos de Carta Abierta”, parecer decir los creadores del slogan Haciendo Buenos Aires. Los valores se esbozan pero con poco sustento, a modo de consignas vagas de tinte folleteril. 
El radicalismo cordobés ha quedado en la memora colectiva como un buen administrador local: ordenado, austero, preocupado por el espacio público, etc. Pero nadie podría decir que ha planteado sus gestas y sus gobernaciones de manera despolitizada: Angeloz y Mestre padre no se parecen a Macri en ese sentido. Pero vale decir que en la Ciudad de Córdoba si se han valorizado aspectos que van más por el carril de los hechos que de los valores, y de la gestión que de la ideología. Por ejemplo: Hoy más de la mitad de los cordobeses capitalinos acuerda con la Ley que aprobó el Matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero no estuvo instalado entre la opinión pública durante la campaña el voto negativo de Mestre por ese proyecto de ley. Es un dato más que confirma que la gestión más que la política ha sido tenida en cuenta al votar a Ramón Mestre (H). 
Pero, dirán algunos, si Mestre lleva en su haber sólo la fundación de la Fiel (Barra Brava del [ex] Club Talleres). Correcto, pero esa identificación con la gestión la sociedad la asoció no con el candidato sino con el Partido que lo postuló o con los Intendentes que ese partido ofertó en el pasado (Rubén Martí y Ramón Bautista Mestre). 
 Por último, cualquier cordobés hoy vincula el apellido Mestre con el radicalismo. Si hubiera un rechazo a votar a este partido como se manifestó en la elección provincial o nacional, Ramón Mestre hubiera tenido que cargar una pesada cruz sobre sus hombros. No fue así. Tal vez la lista tres no fue su caballito de batalla (difícilmente lo pueda ser hoy cualquier sigla partidaria) pero al menos no fue un obstáculo que limitara marcadamente el voto. Pero entonces, ¿cualquier candidato que hubiera presentado la UCR ganaba? NO. La conjugación de un buen candidato y una memoria sobre las gestiones radicales en Córdoba Capital han sido claves de la victoria. 

  En conclusión 
• El triunfo de Mestre más que ser una consecuencia del bipartidismo puede ser una causa. 

• Córdoba vota dividido y sufragó por el candidato, pero más por sus referencias (Gestiones UCR, figuras de Mestre y Martí) que por su persona en sí. No digo que no haya sido buen candidato pero pesó mucho el recuerdo de las gestiones radicales y también las malas gestiones de los no radicales. 

 • El radicalismo en Capital (quizá no como fuerza provincial) se ha presentado más como un partido de hechos y de gestión que de política e ideología. Ese es el radicalismo que ganó. Para construir una alternativa competitiva provincial deberá trabajar en otros aspectos que trasciendan el célebre abl (alumbrado, barrido y limpieza).

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Hermes Binner: Un análisis estadístico comparado

Fotografía obtenida de la página oficial de Hermes Binner: www.hermesbinner.com.ar

A continuación se expone parte de un estudio comparado realizado a partir de las imágenes de los candidatos a Presidente.

Se trata de un análisis factorial del cual podemos extraer datos de tres tipos de componentes o grupos de votantes.
El abordaje nos ayuda a comprender la situación diferencial de Hermes Binner respecto al resto de los opositores.

En el primer componente generado por la correlación estadística entre las imágenes de los candidatos podemos observar que las que tienen mayor similitud en cuanto al valor de su coeficiente de correlación son
ALFONSÍN: Coeficiente de correlación  0,77
DUHALDE: Coef. De correlación  0,72
R. SAA Coef. De correlacipon 0,67
Aquí, el coeficiente más bajo es el de CFK con -0,32
Estos coeficientes deben leerse de la siguiente manera: Es altamente probable que el que tiene una imagen positiva de Alfonsín, la tenga también de R. Saá y de Duhalde; y que tenga una mala imagen de Cristina Kirchner.

En el Segundo componente el coeficiente más altos es el de
CFK 0,88
Aquí, el coeficiente más bajo es el de ALFONSIN con -0,24. También tienen coeficientes bajos R. Saá, Duhalde y Binner.
Este segmento es el que comparten los kirchneristas. Si incluimos en el análisis algunos dirigentes no candidatos a Presidente como es el caso de Daniel Scioli, su coeficiente se asimila al de la Presidenta.

En el tercer componente el coeficiente de correlación más elevado es el de  
Hermes BINNER: 0,70
Aquí, los coeficientes más bajos son los de R. Saa (-0,42) y Duhalde(-0,29)

En síntesis, podemos hacer algunas conjeturas como las que siguen: 
1) Binner se despega del resto de los opositores en cuanto imagen ante la opinión pública. Se parece a la situación de Pino Solanas en un análisis similar que hicimos el año pasado. Es decir que el candidato del FAP aparentemente tiene su propio nicho de adherentes que se ubican en un punto intermedio entre el kirchnerismo duro y la oposición dura.
A su vez, se ve claramente cómo la mayor diferencia la tiene con políticos del peronismo disidente, como Duhalde y R. Saá.

2) Los opositores más férreos son los que tienen buena imagen de Duhalde, Alfonsín y R. Saá (Componente 1). Cuando incluimos en el análisis a Mauricio Macri, el Jefe de Gobierno se posiciona en este primer grupo.

3) En el componente tres ("Binneristas"o socialistas), los que tienen buena imagen de CFK tienen más similitud con los de Binner que con los peronistas Duhalde y R. Saá y que con Alfonsín. CFK fuera de su grupo de adeptos, encuentra más apoyo entre el componente socialista que entre el componente opositor duro.  Esto se vincula con las características de una oposición que podríamos denominar blanda o moderada que se ejerce desde el FAP.

4) Pero lo anterior no se da a la inversa. Es decir, fuera de su componente, Binner está mejor posicionado en el grupo opositores duros que entre kirchneristas. Podríamos sintetizar diciendo: “los kirchneristas son más binneristas que los binneristas kirchneristas”.

jueves, 1 de septiembre de 2011

El mito de un eterno retorno


Publicado en diario La Voz del Interior, edición impresa y online - 31/08/2011 
Cuantiosas y diversas son las causas esgrimidas como factores explicativos del triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones primarias del 14 de agosto último.
Resultados exagerados, sorpresivos o comprensibles, según el ángulo desde el que se aborde la cuestión. Nivel de consumo, aumentos a los jubilados, programa asignación universal por hijo, “efecto viudez”, presencia estatal en la economía y demás argumentos son sólo parte del conglomerado de elementos que se escudriñan en forma microscópica a los fines de determinar qué pasó.
Entre esas variables, suele mencionarse una, algo más abstracta y teóricamente densa, que en cierta medida contiene a las demás, aunque corre el riesgo del vacío de significancia. Se la llama “el relato”.
Se dice que el kirchnerismo tiene un relato que ningún opositor pudo construir como alternativa superadora o, al menos, competitiva.
Un relato viene a ser una especie de mensaje, de marca de gestión, de voluntad movilizadora de acciones políticas. El relato marca un proyecto con ingredientes materiales e ideales, concretos e intangibles.
Construcción del mito. En términos gramscianos, el proyecto se expresa bajo el ropaje de mito político. El mito-príncipe de Antonio Gramsci no podía ser una persona real ni un individuo concreto. No puede ser “Néstor Kirchner”, sino que debe ser “él”; no puede ser “el kirchnerismo”, sino que debe ser “el modelo”.
El mito debe ser un organismo, un elemento colectivo complejo, en el que se construya en concreto una voluntad afirmada en la acción. La voluntad es un continente llenado con la reparación histórica posdictadura setentista, posneoliberalismo noventista, posprogresismo fallido radical-frepasista.
La acción, por su parte, consiste en más Estado, lucha contra las corporaciones, recupero de fondos de las ex AFJP, ley de medios, ley de matrimonio igualitario, estatización de Aerolíneas Argentinas, entre otras.
En este contexto, debemos entender el “cordobesismo” de José Manuel de la Sota. Sabedor como pocos de la importancia de los marcos de sentido que operan como significantes en la memoria de una sociedad, que legitiman políticas públicas y que se exponen finalmente en formato de propaganda, el gobernador electo de la provincia mediterránea da forma a un relanzamiento del mito de la “Córdoba autónoma” bajo un concepto modélico, pero de fuerte raigambre en la estructura política. Ese artefacto que ha sabido construir a lo largo de su profesional carrera.
¿Cómo vencer al kirchnerismo sin un relato alterno? ¿Cómo pretender presidir el país sin un cuerpo de ideas que trascienda el mero personalismo, la mera maquinaria partidaria o la sola estética publicitaria? Esas parecen ser algunas de las preguntas que se hicieron los creadores del “cordobesismo”.
Artística y emotiva. El “cordobesismo” pretende prohijar una conciencia operativa reparadora de lo que el kirchnerismo no supo reparar o de lo que destruyó: el futuro, el federalismo, el diálogo, la paz nacional, la entrega sacrificada del hombre de campo y demás asuntos demolidos por la consigna de “pelear por pelear”.
Al fin de cuentas, el “cordobesismo” es más una fantasía artística y emotiva que un raciocinio doctrinario.
Va más a la conformación de un nosotros identitario, contrapuesto a un relato centralizador y unitario, supuestamente pergeñado desde la casa Rosada de 2003 a esta parte.
El “cordobesismo” es el relato que utiliza la narrativa del mito como herramienta. No le busquemos sólo racionalidad a una enunciación modélica. La tiene, pero sobre todo se asienta en una creación dramática y trágica, en el sentido griego.
Como dice uno de mis maestros, el politólogo Mario Riorda, el mito no es sólo la referencia al pasado y a lo sagrado, pero la contiene en tanto valor explicativo del origen de una realidad dada. La “isla de Angeloz”, “el modelo Córdoba delasotista” y, más allá en el tiempo, “la autonomía de don Amadeo Sabattini” afloran como antepasados del “cordobesismo”.
Puede que quede como una palabra más, lanzada al vacío una noche de júbilo. Puede que sea sólo una efímera postulación estética.
Puede que sea una plataforma racional de políticas públicas. Puede que sea “chicana” política. Puede que sea el último manotazo de ahogado de un peronismo disidente en naufragio. Puede que sea narrativa alternativa poskirchnerista. Y que sea todo eso a la vez.
En definitiva, de esa mixtura suelen estar compuestos los ismos, las entelequias, los significantes vacíos y los mitos. De la Sota lo sabe; proviene de uno de ellos. Tal vez del más perenne de la Argentina moderna.