Un mundo más proteccionista está
asomando y América Latina no será la excepción en esta nueva ola de mercados
más cerrados y con crecimiento económico en desaceleración. La crisis
económico-financiera internacional ha puesto en alerta a las economías de la
región, dando por resultado un nuevo equilibrio estratégico comercial que
tendrá, sin dudas, sus coletazos en la esfera política.
Brasil y Argentina son los
gigantes del Cono Sur Latinoamericano sobre los cuales se posan las miradas. No
es para menos, juntos son los que aportan la mayor producción e inversión de
toda la vecindad. Los chispazos entre ambos suelen lanzar esquirlas no sólo a
sus inmediatos socios del Mercosur, como Uruguay y Paraguay, sino también al
resto de las economías sudamericanas.
Según Global Trade Alert,
organismo independiente apoyado por el Banco Mundial, en nuestra región han
crecido las barreras comerciales en los últimos años. Por ejemplo, Argentina ha aplicado
recientemente 180 medidas de protección y Brasil 80. Paralización de embarques
en la aduana, trabas burocráticas para las importaciones, amenazas de frenar compras
de manufacturas industriales clave como las correspondientes a la industria
automotriz, son sólo algunos de los enclaves de tensión.
Lo que suceda con Brasil es algo
que cada vez más interesa a los argentinos. Distintos estudios de opinión
revelan que el interés sobre el país vecino ha dejado de ser sólo tema de
discusiones entre empresarios, políticos, sindicalistas o académicos.
Desde que Brasil ha iniciado su
época de elevado crecimiento económico, llegando a ubicarse como la sexta
economía del mundo, las miradas de los ciudadanos de a pie están más atentas al
país vecino. Brasil ya no es sólo el país de los carnavales, la samba, las
buenas playas o el exquisito fútbol. Aunque el conocimiento sea superficial, el
tema Brasil se hace cada vez más presente en las conversaciones habituales de
muchos argentinos. Sus universidades están apuntando a competir con las más
importantes casas de estudios norteamericanas y nuestros estudiantes las
comienzan a observar con mayor interés. Asimismo, muchos de nuestros
científicos se postulan año a año en convocatorias de becas para investigar y
doctorarse en Centros de Investigación del gigante del Cono Sur. La Universidad
de San Pablo ha superado en distintos rankings de la región a la Universidad
Autónoma de México y, según el Ranking elaborado por Webometrics, entre las 20
universidades más importantes de Latinoamérica hay 13 brasileras, dos
mexicanas, dos argentinas, una chilena, una colombiana y una costarricense.
En suma, no puede dudarse de la
relevancia que tienen y que seguirán teniendo en el mundo y, particularmente,
en Argentina, las circunstancias que experimente Brasil. Se habla de sus
Estadistas, que vienen de la pobreza o de la guerrilla, con conciencia social,
pero que son moderados (léase relativamente ortodoxos) en su política económica;
se habla de su ubicación en la política internacional, de sus aspiraciones a un
asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organización de las
Naciones Unidas y de sus opiniones y actuaciones internacionales en Haití,
conflicto de Medio Oriente o Malvinas. Resuenan también los 30 millones de
personas que ingresaron a la clase media, sus logros al posicionarse como sede
de dos de los próximos eventos deportivos más importantes del planeta y también
hace eco la mano fuerte de su Presidente para arrojar por la borda funcionarios
sospechosos de prácticas corruptas.
En este marco, el análisis de
fondo abreva en lo razonable que es estar preocupados no sólo por la marcha de
la economía brasilera, sino también por la forma en que se procesan sus
contradicciones sociales, sus conflictos políticos internos y sus dilemas en
política exterior. Su PBI es el más elevado de la región, pero su PBI per
cápita es uno de los más bajos; por otro lado, la desigualdad y la inseguridad
pública siguen siendo grandes deudas y su política internacional oscila entre
la frialdad de Lula para con EE.UU. y el intento de la actual mandataria de
reencauzar las buenas relaciones con la potencia norteamericana.
Vale decir que Brasil está de
moda y las modas suelen dejar de serlo. Es más, su crecimiento económico no
será en el periodo Rousseff el mismo que en la era Lula, y su estabilidad
política sufre cimbronazos hacia dentro de los 14 partidos que integran la
Coalición que llevó y sostiene a la Presidente en el Palacio del Planalto. Pero
aun cuando su avanzada sea circunstancial, algo que no creo probable, existen
conquistas estables que perduran. Entender esta realidad nos ayuda a comprender
los posibles cambios en la naturaleza de los vínculos con nuestro país.
En relación a esto, se observa
que tanto para Dilma Rousseff como para Cristina Kirchner se presentan nuevos
desafíos de los cuáles dependerá la fortaleza de ambas y las relaciones
económicas y políticas entre los dos países.
En lo político, las dos
Presidentes se enfrentan a desequilibrios políticos que provienen más de
adentro que de afuera de sus fuerzas políticas. Dilma Rousseff es asediada por
parte de los partidos aliados al PT. Cada decisión sobre cambios en el equipo
de funcionarios debe ser tomada considerando la pulsión de fuerzas hacia
adentro de esa particular coalición, que reúne adhesiones emergentes de
distintos ángulos ideológicos. Cristina Kirchner, por su parte, confronta con
uno de los sectores que más han aportado a fortalecer la columna vertebral del
kirchnerismo y, otrora del peronismo, el sindicalismo. Tanto Dilma como
Cristina han sido precedidas por políticos de fuste, propensos a la
negociación, pragmáticos, afectos a la conciliación de las fuerzas de poder
territorial, que no siempre son bien vistas por la sociedad pero cuya apoyatura
política es indelegable.
En cuanto a lo económico, ambos
países deberán reestructurar sus políticas para adaptarlas a un mundo cada día
menos certero. Dilma se defiende del tsunami monetario que provoca la llegada
de capitales europeos, intentando mayor inversión y protegiendo la industria.
Cristina busca mermar el gasto público, subsanar una balanza comercial
desfavorable y retener reservas.
La situación les impone a ambas
una urgente demanda de repensar las relaciones mutuas. En el fondo, como casi
siempre, está la cuestión política. Dilma necesita hacerse fuerte y
autonomizarse de la carismática figura del líder que la antecedió en el
Ejecutivo. Enfrentará en octubre de este año un duro desafío, lograr que su candidato
gane la alcaldía de la populosa San Pablo al siempre desafiante José Serra.
Cristina Kirchner no tiene elecciones a la vista, pero las luchas por la
sucesión también interpelarán su capacidad de liderazgo. Las variables
políticas correlacionarán con las que refieren al estado de la economía, y el
futuro de dos de las más importantes expresiones de la llamada centro izquierda
latinoamericana se definirá en función del movimiento de tales determinantes.
Publicado en Edición Impresa de
Revista El Estadista
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